Por Monseñor Richard Williamson
Comentario Eleison Nº 121
31 de Octubre de 2009
Una notable confirmación de la posición equilibrada de la FSSPX sobre la validez de los sacramentos de la Nueva Iglesia, apareció la semana pasada en el combatiente boletín galo “Courrier de Tychique”. Según una “fuente confiable” parece que la masonería, antigua enemiga de la Iglesia, previó, en la Revolución Conciliar, invalidar los sacramentos católicos; no por la alteración de sus formas, que los harían inválidos ipso facto, sino más bien por una ambigüedad del rito en su conjunto, socavando a la larga la necesaria intención sacramental del Ministro.
La “fuente confiable” es un francés que escuchó de boca de un sacerdote anciano y venerable, lo que el cardenal Lienart le confesó en su lecho de muerte. Sin duda, temiendo el infierno, el cardenal pidió al sacerdote que revelara esto al mundo, y así lo liberó del sigilo sacramental de la confesión. El clérigo en adelante actuó discretamente en público, pero en privado era más abierto acerca de lo que el Cardenal le reveló sobre el plan de tres puntos de la Masonería para la destrucción de la Iglesia. Haya entrado o no en la masonería a la edad precoz de 17 años, el cardenal le prestó su máximo servicio cuando sólo dos días después de la apertura del Concilio Vaticano II desvió su rumbo, exigiendo irregularmente que los documentos Tradicionales cuidadosamente preparados se rechazasen por completo.
Según el cardenal, el primer objetivo de la masonería en el Concilio fue destruir la Santa Misa, alterando el rito de tal manera de debilitar a largo plazo la intención del celebrante de “hacer lo que hace la Iglesia”. Poco a poco el rito iría induciendo a los sacerdotes y laicos a tomar la misa como un “memorial” o una “comida sagrada”, en lugar de un sacrificio propiciatorio. El segundo objetivo era quebrar la sucesión apostólica, a través de un nuevo rito de ordenación que con el tiempo socavaría el poder de los obispos de conferir el Orden Sagrado, en primer lugar, por una nueva forma que no lo invalidaría automáticamente pero que fuera lo suficientemente ambigua como para sembrar la duda, y, sobre todo porque ese nuevo rito en su conjunto —también aquí— acabaría por diluir la intención sacramental del obispo consagrante. Esto tendría la ventaja de fracturar la sucesión apostólica tan suavemente que nadie se enterara. ¿No es esto exactamente lo que temen hoy en día muchos creyentes católicos?
Lo que sea que ocurra con la “fuente confiable”, en cualquier caso los ritos actuales de la misa y de las consagraciones episcopales en la Nueva Iglesia, se corresponden exactamente con el plan masónico que dio a conocer el Cardenal. Desde que estos ritos se introdujeron a fines de los años 60 y principios de la década del 70, muchos católicos serios se han negado a creer que podrían ser utilizados válidamente. ¡Ay!, no son automáticamente inválidos (¡qué simple resultaría si así fuera!). ¡Son peores! Su forma sacramental es en apariencia suficientemente católica como para persuadir a más de un oficiante que se pueden utilizar válidamente, pero están diseñados en su conjunto para ser tan ambiguos y tan sujetos a una interpretación no católica, como para invalidar con el tiempo el sacramento, corrompiendo la intención de cualquier celebrante demasiado “obediente”, o que vele y rece insuficientemente.
Tales ritos, suficientemente válidos para que fueran aceptados por casi todos los católicos en el corto plazo, pero lo suficientemente ambiguos como para invalidar los sacramentos en el largo plazo, constituyen una trampa satánica sutil. Para no caer en esa maquinación, los católicos deben, por un lado, evitar todo contacto con estos ritos, pero por otro lado no deben desacreditar sus instintos de tono Católico con exageradas acusaciones teológicas que se apartan de la doctrina Católica. No siempre es un equilibrio fácil de mantener.
Kyrie eleison.
Londres, Inglaterra
Comentario Eleison Nº 121
31 de Octubre de 2009
¿Obispos válidos?
Una notable confirmación de la posición equilibrada de la FSSPX sobre la validez de los sacramentos de la Nueva Iglesia, apareció la semana pasada en el combatiente boletín galo “Courrier de Tychique”. Según una “fuente confiable” parece que la masonería, antigua enemiga de la Iglesia, previó, en la Revolución Conciliar, invalidar los sacramentos católicos; no por la alteración de sus formas, que los harían inválidos ipso facto, sino más bien por una ambigüedad del rito en su conjunto, socavando a la larga la necesaria intención sacramental del Ministro.
La “fuente confiable” es un francés que escuchó de boca de un sacerdote anciano y venerable, lo que el cardenal Lienart le confesó en su lecho de muerte. Sin duda, temiendo el infierno, el cardenal pidió al sacerdote que revelara esto al mundo, y así lo liberó del sigilo sacramental de la confesión. El clérigo en adelante actuó discretamente en público, pero en privado era más abierto acerca de lo que el Cardenal le reveló sobre el plan de tres puntos de la Masonería para la destrucción de la Iglesia. Haya entrado o no en la masonería a la edad precoz de 17 años, el cardenal le prestó su máximo servicio cuando sólo dos días después de la apertura del Concilio Vaticano II desvió su rumbo, exigiendo irregularmente que los documentos Tradicionales cuidadosamente preparados se rechazasen por completo.
Según el cardenal, el primer objetivo de la masonería en el Concilio fue destruir la Santa Misa, alterando el rito de tal manera de debilitar a largo plazo la intención del celebrante de “hacer lo que hace la Iglesia”. Poco a poco el rito iría induciendo a los sacerdotes y laicos a tomar la misa como un “memorial” o una “comida sagrada”, en lugar de un sacrificio propiciatorio. El segundo objetivo era quebrar la sucesión apostólica, a través de un nuevo rito de ordenación que con el tiempo socavaría el poder de los obispos de conferir el Orden Sagrado, en primer lugar, por una nueva forma que no lo invalidaría automáticamente pero que fuera lo suficientemente ambigua como para sembrar la duda, y, sobre todo porque ese nuevo rito en su conjunto —también aquí— acabaría por diluir la intención sacramental del obispo consagrante. Esto tendría la ventaja de fracturar la sucesión apostólica tan suavemente que nadie se enterara. ¿No es esto exactamente lo que temen hoy en día muchos creyentes católicos?
Lo que sea que ocurra con la “fuente confiable”, en cualquier caso los ritos actuales de la misa y de las consagraciones episcopales en la Nueva Iglesia, se corresponden exactamente con el plan masónico que dio a conocer el Cardenal. Desde que estos ritos se introdujeron a fines de los años 60 y principios de la década del 70, muchos católicos serios se han negado a creer que podrían ser utilizados válidamente. ¡Ay!, no son automáticamente inválidos (¡qué simple resultaría si así fuera!). ¡Son peores! Su forma sacramental es en apariencia suficientemente católica como para persuadir a más de un oficiante que se pueden utilizar válidamente, pero están diseñados en su conjunto para ser tan ambiguos y tan sujetos a una interpretación no católica, como para invalidar con el tiempo el sacramento, corrompiendo la intención de cualquier celebrante demasiado “obediente”, o que vele y rece insuficientemente.
Tales ritos, suficientemente válidos para que fueran aceptados por casi todos los católicos en el corto plazo, pero lo suficientemente ambiguos como para invalidar los sacramentos en el largo plazo, constituyen una trampa satánica sutil. Para no caer en esa maquinación, los católicos deben, por un lado, evitar todo contacto con estos ritos, pero por otro lado no deben desacreditar sus instintos de tono Católico con exageradas acusaciones teológicas que se apartan de la doctrina Católica. No siempre es un equilibrio fácil de mantener.
Kyrie eleison.
Londres, Inglaterra
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