Al prestigioso escritor le ofreció, el jefe del gobierno porteño de Buenos Aires, Mauricio Macri, el ministerio de educación y él aceptó. Salvando la distancia, si me lo hubieran ofrecido lo habría rechazado porque Macri es liberal y yo no.
En el caso de Posse, él es un conservador popular al estilo de Solano Lima, que aceptó por su vis liberal, que la tiene: el sarmientismo, el roquismo, y algunas taras más. Además forma parte de la República de las Letras, que le otorga un barniz retouchée.
Pero el hecho cierto es que Abel Posse no es un hombre vulgar, no es un escritor común. Es un hombre que, más allá de sus éxitos novelísticos- su trilogía sobre América es inigualable: El largo atardecer del caminante, Daimon y Los perros del Paraíso- posee una enjundia intelectual poco común.
El es amigo y como tal lo estamos describiendo. Y aceptó una brasa ardiente como es el tema de la educación en la ciudad de Buenos Aires, que parodiando el juicio de Paul Morand sobre Nueva York, “una ciudad propiedad de los judíos, que administran los irlandeses y que disfrutan los negros”, nuestra ciudad capital fue fundada por los españoles, administrada desde hace dos siglos por los italianos que han llegado aquí en bandada y disfrutada por los judíos, quienes constituyen el lobby bancario, educativo y mediático, lejos, lejos, el más importante.
Posse como buen lector de Heidegger – Sabine su mujer alemana lo ayudó a realizar la traducción de Das Offen=Lo abierto- sabe que lo grande nace grande, y el no puede errar el viscachazo.
Debe restaurar el sistema de disciplina y de clasificaciones en las escuelas de Capital Federal, desde hace años dejado de lado por el progresismo educativo.
Dieciséis gremios docentes de Buenos Aires se le echarán encima como hienas hambrientas, hablando de represión, persecución, no respeto a los derechos humanos de los alumnos, etc. etc.
Dieciséis gremios movidos por el rencor y el resentimiento contra lo mejor, contra lo que ellos no pueden ser, contra aquello que nunca pueden lograr y que lo denigran porque no lo pueden alcanzar. En el fondo, la quintaesencia del discurso progresista que en nombre de los pobres fabrica más pobres y que en nombre de la educación progresista y democrática, no excluyente y abarcativa, produce analfabetos funcionales a rolete y reniega de la excelencia.
Ya saltaron antes de asumir sobre el pobre Posse los dirigentes de la UTE pero también los de “la comunidad”: Filmus, Silvina Gvirtz et alii . Es muy difícil que pueda gobernar, dirigir u orientar el ministerio de educación si le dejan todos los asesores de su antecesor Narodowski.
Es que su designación ha puesto en juego a todo el aparato de los 1200 asesores que tiene el ministerio y que conforman el verdadero cuerpo ideológico de la educación metropolitana y nacional.
Es que los ideólogos de la educación, como el zorro en el monte con la cola borran la huella, han logrado hacer deliberar a los docentes en congresos casi diarios convocados ad hoc, pero la decisión ha sido tomada antes.
Desarmar la ideología de la educación en Buenos Aires como en Argentina en general es un trabajo ímprobo que no puede realizar un solo hombre por más capaz que sea.
Es que los ideólogos de la educación, quienes no poseen una formación filosófica, como el caso de la hija de Puiggros u Oporto-nista, no se hacen hoy día cargo de los 900.000 semianalfabetos que dejó el tendal del EGB en la Provincia de Buenos Aires. Es que los ideólogos de la educación niegan todo lo que han afirmado si sus resultados son negativos, pero en cuanto se les ofrece otra receta distinta (el EGB lo copiaron de España) afirman lo contrario sin avergonzarse.
Yo le deseo mucha suerte a Abel Posse, pero todo indica que va a durar lo que un pedo en una canasta si él no crea a un equipo de asesores que no sean ase-soretes.
(*) arkagueta, mejor que filósofo
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