Por Silvio H. Coppola
Cuando los militares tomaron por asalto el gobierno en 1976, pronto se hicieron cargo de todas las funciones del Estado, menos las que correspondían al ámbito de la economía y de las finanzas. Parecía que para eso no se consideraban capacitados, como lo fue en todas las otras ramas del saber público. Debido a ello y porque estaba de acuerdo el mundo internacional de los negocios, se designó a José Alfredo Martínez de Hoz, como ministro de Economía.
Este con sus colaboradores, venía convencido de la eficacia de las doctrinas de la llamada Escuela de Chicago, donde se adoctrinaba sobre el más crudo liberalismo económico y la claudicación de los estados nacionales a un nuevo orden mundial, donde estarían sometidos a un poder omnívoro, representado al efecto por los grandes bancos internacionales y los estados imperialistas del hemisferio norte.
Su asunción dio lugar a la rápida pérdida de un sinnúmero de industrias, de la declinación y endeudamiento de las principales empresas del Estado, como ENTEL, YPF y Gas del Estado, de la disminución del poder adquisitivo de la clase obrera y de la paulatina declinación de la Argentina como nación soberana. Pero una de sus mayores responsabilidades, fue comenzar el endeudamiento sin tasa del país, que nos ha llevado a la magnitud actual de la deuda externa, la que alcanza a alrededor del 70 % del PBI.
Él es quizás el principal responsable de todo esto, pero no el único. Responsables son también los que entonces detentaban el gobierno y hasta en 1981 todavía llegó a afirmar Galtieri que “. . . el gobierno apoyó, apoya y apoyará la política económica del Proceso”. Su ignorancia corría paralela con su falta de sentido común, mientras los dirigentes de la economía hacían sus múltiples negocios, en particular Domingo Cavallo, que fue apto siempre para jugar en todos los equipos.
Sin embargo, al juzgarse a las cúpulas del gobierno militar años después, nunca se acusó a nadie, ni militares ni civiles, por haber arruinado, endeudado y empobrecido al país. Eso parecía que no contaba ni cuenta aún. Si se acusó, se acusa y se castiga por violación de los llamados derechos humanos. Pero en lo que hace a los derechos de la mayoría de la población, de llevar una vida digna, con empleos suficientemente retribuidos, protección a la familia, con salud y dignidad, ni una palabra desde entonces, en que comenzó la violación sistemática de los mismos y que se acentuara en la infame década de 1990.
Ahora el juez federal Néstor Oyarbide, apto para todo trabajo por parte del gobierno, ordenó la captura de Martínez de Hoz, por real o supuesta violación de derechos no prescriptos, debido a la aplicación de la novísima teoría de la lesa humanidad. Ya sea que se lo encuentre o no culpable, el caso es que los delitos que llamaríamos de destrucción económica y financiera de la nación, en que incurrió el ahora acusado y todo su séquito, no van a ser materia de juicio ni siquiera materia de examen.
Como los antecedentes de la deuda pública (1976-1982) y el caso Olmos, que duermen el sueño al parecer eterno en el Congreso de la Nación, sin que se estudie el expediente judicial que se enviara a los legisladores, donde se condenó toda la actuación del ahora acusado por otros motivos y su responsabilidad en el endeudamiento sin tasa del país.
Todo ello parece decir y en cierta manera lo hace este gobierno: el tema de la deuda externa y eterna no se toca, porque ahora hay que pagar para conseguir nuevos préstamos y poder en consecuencia seguir pagando, total todo va a pasar a las nuevas generaciones, incluso a las que todavía no han nacido.
Por eso este corrupto juez, apto para todo como se dijera, sabe lo que hay que tocar y lo que no. Para eso es suficiente un llamado del gobierno. Entendemos que Martínez de Hoz es responsable de muchas cosas mucho peores de las que ahora se lo acusa. Pero como dijera, el tema económico y financiero no se toca. Y además, en cierta medida todo es continuación ahora de su nefasta política. El dogal de la deuda externa, Argentina no lo podrá cortar.
Hechas todas estas aclaraciones y haciendo la salvedad que habría otras muchas situaciones para contemplar, aparece absolutamente como innoble, que a una persona de 84 años y de salud endeble, se lo lleve a una cárcel común. Eso no es justicia sino venganza. Y desde luego esa venganza innoble viene desde afuera y el encargado de hacerla efectiva, es el innoble juez.
LA PLATA, mayo 4 de 2010.
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