Por el Grl Heriberto J. Auel
Presidente IEEBA
“Lo esencial
es invisible a los ojos”.
A. de Saint
Exupery.
26 de Abril de 2014
1.
La naturaleza de
los nuevos riesgos estratégicos.
2.
La perversa
legislación de Seguridad Nacional, en el año 2014.
3.
La Democracia y
la política de los derechos humanos.
4.
Las FFAA y el
narcoterrorismo.
1. La
naturaleza de los nuevos riesgos estratégicos.
A partir del documento del Episcopado Argentino
referido a la grave situación actual de inseguridad nacional y en particular al
acelerado avance del narcotráfico, se han producido algunas discusiones y
entredichos entre personas no especializadas en el tema -que ya comentáramos en
un trabajo anterior (1)- pero que, dada su condición de dirigentes acarrean
una gran confusión en “el hombre de a
pie” y puntuales reacciones de impotencia colectiva, no deseadas. El tema central de la controversia dirigencial
estuvo y está referido al “empleo de las
FFAA” en la lucha contra el narcoterrorismo y -como ya lo hemos dicho- esta es una disputa equivocada, falsa e
inconducente.
Hemos encabezado este trabajo con una frase de Saint
Exupery que creemos necesario explicitar, como condición necesaria para entender que el
citado entredicho entre legos, es ocioso. Si los sentidos -Saint Exupery
dixit- no nos muestran lo esencial,
¿con qué sensores podemos penetrar en la profundidad del concepto, que es donde
lo esencial anida?
En primer término debemos entender la naturaleza del fenómeno. De lo
contrario nos equivocaremos de instrumental para ingresar a su análisis y a su resolución.
El narcoterrorismo, como tal, ¿configura
un delito común?, ¿es un tema meramente policial? O, por
el contrario, es un fenómeno
político-estratégico que afecta al Estado -en todos sus niveles- vaciando a
sus Instituciones y corrompiendo espiritual y físicamente a la sociedad, hasta
desintegrar a ambos, alcanzándose los estadios de “Estado Fallido” y de “sociedad
transculturizada y mafiosa”.
Nuestra ciudadanía intuye que éste último es el curso que hemos seguido -en las
últimas décadas- y que en los últimos años su ritmo de avance ha aumentado
progresiva y aceleradamente, dejando una estela de profunda tensión social
y muerte, en todo el país.
El lego observa -en superficie- aquello que le aportan
los sentidos. Por falta de formación específica en lo que hace a la Seguridad
Nacional, entiende que puede resolver el nuevo
desafío que “perturba” a la
sociedad, aumentando la presencia policial, comprando más patrulleros,
aumentando el “control civil” sobre
las policías, mejorando el control electrónico y algunas otras medidas
operativas, entre ellas convocar a las FFAA. Y se equivoca.
Como con dichas medidas no se lograron soluciones, el
improvisado piensa que debe recurrir a las FFAA para aumentar el “poder de fuego”. Grave error. No es una
cuestión cuantitativa ni operativa. La solución se alcanzará el día -que
esperemos llegue cuanto antes- en que
se entienda la naturaleza de los nuevos desafíos estratégicos.
Hay dos grandes obstáculos que hasta hoy impiden
alcanzar dicha solución:
·
la perversa
legislación de Seguridad Nacional y
·
la política
ideologizada de derechos humanos, que se inauguró con el decreto 158/83 y se
reabrió -aun con mayor vigor- con la “anulación” de las leyes de “punto final” y “obediencia debida”.
Estas dos “vacas
sagradas” cuentan con el apoyo de la progresía política, el garantismo
judicial y la evidente ignorancia de
los funcionarios del área de Seguridad Nacional que nos han llevado a la
inédita situación actual -leída habitualmente como “ausencia de Estado”- y que generalmente no se abarca en su naturaleza.
Nuestro Instituto entiende -luego de años de análisis
y conocimiento directo de los principales actores- que la rampante inseguridad
que nos aflige es clara consecuencia del extravío político de nuestros dirigentes
pseudo-revolucionarios, a lo largo de las últimas décadas. No porque ellos
estén errados en su representación intelectiva, sino porque han creado una
falacia -“o relato”- que les permite vaciar a las
instituciones del Estado y quebrar la cultura de nuestra sociedad, a fin de alcanzar
los objetivos impuestos por las internacionales de La Habana y París. Se trata
de una minoría neo-marxista, corrupta, extemporánea y dogmática.
Mientras el petro-dólar abundaba, la pseudo-revolución
encubierta progresó con rapidez pero, cuando debió apelar al narco-dólar la
sociedad conformista y anestesiada por una comunicación social intensa, empezó
a despertar. El preexistente narcoterrorismo emergió brutalmente.
Éste el momento histórico en que los dirigentes no comprometidos con el Foro de San
Pablo deberían aprovechar para cortar el rumbo que nos lleva a la disolución. Ello
exige terminar con los mitos que sostienen a las absurdas falacias y, a su vez,
recuperar el coraje que es propio de los
hombres cultos, con sanas convicciones morales, levantados objetivos políticos
y capaces de operar en unidad.
2. La perversa
legislación de Seguridad Nacional, en el año 2014.
Cuando terminó la guerra fría -1989/1991- nuestro país
estaba en las mejores condiciones para cumplir con la responsabilidad liminal y
primaria del Estado -su razón de ser- que es la de dar Seguridad a nuestros
ciudadanos. Teníamos duras y propias experiencias, ganadas por haber peleado
dos guerras en la segunda mitad del siglo XX. Una guerra muy limitada
-contrarrevolucionaria- entre 1959 y 1988 y una guerra limitada -contra la
NATO- en 1982.
Esas experiencias sangrientas, vividas por todos los
argentinos, eran insoslayables e invalorables para intentar superar las grandes
falencias estructurales de nuestro cuasi-Estado que habíamos somatizado
durante décadas y que terminaron llevándonos a las derrotas. Sin embargo, no fue así.
En 1983 el nuevo gobierno “democrático” puso proa al pasado y agravamos las “crisis de arrastre”, llevándolas a la
actual progresiva “decadencia”. La
derrota en el Atlántico Sur trajo el colapso del “Proceso” y también el colapso psicológico de los argentinos, que
facilitó el “trastrocamiento” de su
victoria sobre el terreno frente al terrorismo revolucionario, en derrota estratégica. Se inició así
-de inmediato- la explotación
política de la derrota estratégica.
El intento del EMCFFAA -en el año 1984- para alcanzar la
reforma estructural e integral de la Seguridad Nacional, fue desbaratado por el
“entrismo” que el terrorismo revolucionario
ya había logrado en los grandes partidos políticos (2) y por la colaboración inconsciente
de superficiales “pescadores en aguas
revueltas”. Una de sus consecuencias
fue la perversa legislación de
Seguridad Nacional que se promulgó en 1988 -Ley de Defensa Nacional-; en 1991
-Ley de Seguridad Interior- y en el 2006 la Reglamentación de la Ley de Defensa
Nacional, temas que hemos desarrollado extensamente en la “Conferencia Sub-regional 2011”, en Santiago de Chile (3).
Esta perversa (4) y extemporánea legislación de
Seguridad Nacional desorganizó aun más al Estado e impulsó -desde su
promulgación- la escandalosa situación de inseguridad e indefensión que ha
alcanzado, en el año 2014, un nivel explosivo. Aunque -por su irracionalidad-
pareciera imposible, dichas leyes establecen que las nuevas amenazas y riesgos
estratégicos no existen ni
existirán dentro de nuestro país cuando justamente, en la actual circunstancia
internacional, el 99% de las guerras son interiores. Es decir, guerras civiles.
Al no reconocer a las “nuevas amenazas y riesgos estratégicos posguerra fría” en su verdadera naturaleza estratégica -les
otorga categoría de delito común-, esta perversa legislación deja a las
FFAA sin sus misiones constitucionales
y le entrega al “esfuerzo nacional de
policía” la responsabilidad de asumir los desafíos estratégicos en acto -de
carácter inédito-, que le es
imposible asumir por carencias metodológicas de planificación y carencias
jerárquicas e institucionales para el desempeño de la acción conjunta-combinada,
que los nuevos conflictos exigen. Teniendo a la vista las graves consecuencias
de estos absurdos conceptuales, creemos que no es necesario profundizar aun más
en éste puntual análisis.
La consecuencia directa de éstos despropósitos
legislativos ha sido la parálisis institucional y temporal de las FFAA que, en
combinación con la ausencia de un mínimo presupuesto financiero y el ex abrupto
del “jus post bellum” -derivado del
Decreto 158/83, que hemos tratado en el punto 1.-, dan como natural conclusión que la conducción política argentina ha decidido
no tener FFAA en el Estado Nacional, a pesar del doble “estado de guerra” en que nos encontramos (1) y (2).
El Estado Nacional ha perdido su núcleo duro -“razón de fuerza y fuerza de razón”-, la
Política Exterior su sostén disuasivo y la Política Económica su principal
promoción tecnológica. Y, si la Política de Defensa se construye con materia de
las dos citadas anteriormente, que en verdad tampoco existen, entendemos
y justificamos que desde el exterior se nos diga -con verdad- que “la Argentina es el país que va a ninguna
parte” (5). Sin embargo, hay
consecuencias aun más graves que éstas que objetivamente están en superficie. Aquellas
son las centrales, “invisibles a los
ojos”. Las trataremos más adelante.
3. La Democracia
y la política de los derechos humanos.
Así como el Grl San Martín salió a campaña en 1817
para llevar la independencia a la región, dejando a su espalda un país
sumergido en la guerra civil; en 1982, cuando el RU produce la agresión -con un incidente provocado en Gritviken- y la
Argentina reacciona militarmente, también reteníamos un severo “estado de guerra civil revolucionario”,
en todo el país.
En ese año 1982 -en el ámbito de la “larga guerra civil revolucionaria” (2)-
las FFAA, de Seguridad y Policiales ya habían triunfado en todos los combates,
pero el enemigo terrorista-revolucionario aun “mantenía su actitud hostil”, como
la mantiene hoy.
El solapamiento de la guerra “no convencional” con la “convencional”
no ha tenido mayor tratamiento entre nosotros y es central empezar a hacerlo, pues allí está el eje del “trastrocamiento” (1) de la victoria en combate contra el enemigo revolucionario,
en la derrota estratégica-política de la Nación Argentina, que aun hoy soportamos. A partir de 1983 el “entrismo de izquierda” -iniciado en los ´60 y consolidado en los
´80- en los partidos políticos tradicionales, llegaba por vía electoral al
gobierno nacional y la victoria táctica argentina -en la guerra civil
revolucionaria- fue “trastrocada” en derrota
política-estratégica. El citado Decreto 158/83 fue el pivote, el punto de inflexión.
Así como Churchill fue responsable directo del
bombardeo arrasador sobre Dresde, a fines de la II GM, el RU -como Imperio fundador del moderno Derecho
Internacional Público- tuvo también una gran responsabilidad en el “jus post bellum” desarrollado en
Nüremberg. Esta fue la fuente que eligió el Dr. Nino para asesorar al
presidente electo Alfonsín en la redacción de Decreto 158/83, firmado pocas
horas después de asumir la presidencia, el 10 Dic 83.
La guerra del Atlántico Sur había terminado pocos
meses antes de esa fecha y los ingleses asumieron que no fue “un
paseo”, -“No Pic Nic”-. El citado decreto seguramente vino redactado desde
Londres y llevaba en sus entrelíneas los “huevos
de la serpiente” (1). Londres conseguía, con su acostumbrada estrategia de
aproximación indirecta -a partir del decreto-, imposibilitar una nueva reacción
militar argentina que los británicos ya no podrían responder con legitimidad
alguna. La “dictadura”, que les había
servido como excusa, ya no gobernaba en Buenos Aires. Al llevar a las
Instituciones Militares al banquillo penal federal, judicializaban al hecho
socio-político guerra -no judiciable-
y anulaban el espíritu guerrero de la Nación Argentina. El lema comunicacional
fue: “Por la Vida”.
El complemento eficiente de los efectos del decreto fue operado por el CELS, sostenido
por los angloamericanos, como lo demostró largamente Carlos Manuel Acuña en
numerosos trabajos y exposiciones públicas. Esta ONG -durante décadas-
construyó la “política de derechos
humanos” que manipuló a la opinión
pública y permitió la
desarticulación y vaciamiento institucional del Estado, sin que haya existido
una seria reacción social relacionada con ésta maniobra que, por el contrario,
encontró gran consenso. La Argentina inició su desarme unilateral, espiritual y
militar. Los militares fueron llamados “genocidas”,
los niños dejaron de cantar Aurora o la Marcha de San Lorenzo, los mástiles
urbanos quedaron desnudos… La identidad de los argentinos fue demolida,
progresivamente.
Además, el CELS seleccionó durante décadas -a través
de la Comisión de Defensa del Senado- todos los ascensos y nombramientos del
alto mando militar y de los Jueces y Fiscales Federales -a través del Consejo
de la Magistratura-. El montonero Horacio Verbistky, presidente del CELS,
corporiza en él ésta extraña síntesis de mandantes estalinistas y liberales-democráticos,
con un objetivo compartido, que tanta confusión ha traído a nuestro “hombre de a pie”.
En el presente año 2014 la Argentina retiene abiertos dos “estados de guerra” (2). Uno correspondiente a la “guerra civil revolucionaria” -hoy con
soporte en el complejo narcoterrorismo- y el otro en el “Atlántico Sur” -hoy, aun más que ayer, frente a la NATO-. El país somatiza
una fuerte crisis-decadencia generalizada -derivada de dichos “estados de guerra”- con una sociedad anómica y confundida,
en “asamblea permanente”, la economía
“en default”, la Gran Política inexistente
y el riesgo del “Estado Fallido” a la
vuelta de la esquina.
Todo esto ha ocurrido -desde 1983- en nombre de la “democracia”.
Quien quiera intentar poner en evidencia la manipulación social a través de la “política de los derechos humanos”, es inmediatamente inculpado de panegirista de “la dictadura”, de “fascista” o llevado a la Justicia por “apología del delito”. Es la “democracia”
que admira, visita y se orienta en la Habana, con los hermanos Castro, como lo
han hecho los presidentes del “socialismo
siglo XXI” -en artículo mortis- hace pocas semanas.
La “democracia”
de nuestros progresistas neo-marxistas no es la que tenemos internalizada según
nuestra tradición política. Es la “democracia”
de partido único: la del partido comunista encubierto. Es el objetivo que los
“pseudo-revolucionarios” han
perseguido permanentemente en las últimas décadas en etapas sucesivas y
diferenciadas. Cuando el sigilo de ésta maniobra fracasaba, en 1987, produjeron
el inexplicable asalto al cuartel del RIMec 3, en La Tablada. Fracasaron, pero,
si hubiesen tenido éxito anulaban las elecciones en curso -que ya tenían
perdidas- y creaban el “Tercer Movimiento Histórico”, el partido único de Alfonsín-Cafiero.
Agotado en el 2013 el proyecto del “Socialismo Siglo XXI” y perdida la
fuente de petro-dólares venezolanos, el Foro de San Pablo -en su “XIX Encuentro” en la ciudad de San
Pablo 30 Jul/04 Ago 13-, ha impulsado la
nueva etapa revolucionaria iberoamericana con
el apoyo del narco dólar y un cambio en las prioridades.
Pasa a
primera prioridad el control de los Sistemas Judiciales del subcontinente y las
reformas constitucionales, donde fuere necesario. El “a fin de”, se mantiene: lograr el partido único, “la democracia de partido único”.
La reforma propuesta del Código Civil y Comercial apunta decididamente a ello,
con el apoyo de la reforma del Código Penal.
4. Las FFAA y
el narcoterrorismo (7).
En numerosos trabajos publicados en nuestra Página Web
-www.ieeba.com.ar- planteamos la acelerada y camaleónica evolución de la
guerra. Hace doce años, decíamos allí:
“La seguridad estratégica de nuestra
nación está en grave riesgo debido a
que nuestros gobernantes intentan
manejar conflictos del siglo XXI con conceptos del siglo XIX y no existe
una adecuación, en lo que a la conceptualización funcional estratégica se
refiere, a fin de prever y abarcar de un modo integral la realidad que nos toca
vivir” (6).
El “grave
riesgo” pronosticado ayer, es hoy una situación de inseguridad nacional que
aflige y conmueve a la ciudadanía, en una peligrosa espiral esquizoide que la
lleva a imitar al agresor.
A pesar de ello, el Estado Nacional no reacciona.
Ha defeccionado -desde 1988- de su
responsabilidad primaria e irremplazable en lo que hace a la Seguridad Nacional.
El origen de éste despropósito “pseudo-revolucionario” que nos ha llevado a la actual realidad,
quedó brevemente explicado más arriba. Para cerrar estas páginas deseamos -en
éste punto- referirnos a un tema muy actual: el rol de las FFAA en el Siglo XXI, con vistas a un probable e
imprescindible reencauzamiento de la Argentina en el 2015 y motivados por los
absurdos intentos de agravar a las ya deterioradas situaciones institucionales,
con propuestas irrazonables.
Decíamos más arriba que para resolver los nuevos
desafíos a la Seguridad Nacional, es
necesario entenderlos. ¿Qué hay hoy, detrás de tanta violencia?
En los tres puntos anteriores hemos dado algunas respuestas. En éste, que interrelaciona a las FFAA con el
narcoterrorismo, deseamos advertir que el terrorismo -que acompaña al
narcotráfico y a otros tráficos ilegales- incita a una sobrerreacción desmedida. El terrorismo es “provocador”. Busca el equívoco del
agredido, la pérdida de su racionalidad. Se ejerce con una estrategia de
aproximación indirecta que lleva a la autodestrucción de la víctima. En el caso
iberoamericano esta maniobra se ve facilitada porque su dirigencia posee
-mayoritariamente- un pensamiento lineal y en consecuencia es fácil presa de la
“perturbación inducida”.
El terrorismo ideológico -desde 1959- agredió y
desestabilizó al Estado argentino, llevándolo a mostrar su perfil más
coercitivo con el objetivo de separarlo de su pueblo. Logrado esto, con la
bandera de “Por la Vida”, lo movilizó
según sus objetivos. La sociedad debía llegar a ser, inconscientemente, lo que
nunca había deseado ser: corrupta y comunista.
La verdadera democracia traduce la voluntad concertada de millones de
personas. Su fuerza es arrolladora. ¿Cómo es posible -entonces- que en los
últimos treinta años ella nos haya llevado a la presente escandalosa situación
de inseguridad nacional? La respuesta es sencilla: vivimos en el espejismo de lo que es una verdadera democracia.
Vivimos en una falacia -bien instrumentada- que ha quebrado el contrato social
entre la ciudadanía y el Estado Nacional.
Aquella paga sus impuestos para que éste le dé seguridad. Y la seguridad es la razón de ser del Estado-Nación, es
su obligación primaria.
Esta falsa “democracia” oculta detrás de sí a la sigilosa “pseudo-revolución”, que avanza
tras la vigente y perversa legislación -origen
de la absoluta inseguridad- que
acompaña a la expansión del narcotráfico y
que es hoy su fuente de financiamiento.
El número de argentinos muertos que la inseguridad ha acumulado en los últimos
años y que sigue acumulando en continua progresión, supera largamente al de las
guerras que vivimos en el siglo pasado. ¿Tienen conciencia de ello los
legisladores que dieron vida a tanta perversidad? Algunos de ellos -sin duda- son
conscientes de la maniobra. Pero la mayoría son inconscientes irresponsables,
envueltos en las sucesivas falacias de las que son partícipes. Han comprado y
viven en el espejismo de lo que es la “democracia”.
La verdadera democracia es mucho más que un Estado de Derecho, una elección o
un sistema de balances y contrapesos. Es, además, una cultura, una ética que
dicta las nuevas normas y constata su puesta en práctica. Por ello los métodos del
terrorismo, “sin regla alguna”, no
deben ser asimilados por la democracia ni aun cuando ella busque preservar la
propia identidad o la libertad. Hay que “entender” a los nuevos desafíos y crear las nuevas normas legales para hacer legítima la acción punitiva del
Estado. Es lo que no hicimos
en el pasado y que hoy estamos pagando a muy alto precio y es lo que no debemos
ni podemos repetir. La fuerza,
empleada con legitimidad, preserva la autoridad.
Carl Schmitt, en su “Teoría del partisano”, sostiene:
“…con la lucha partisana surge un nuevo
espacio de acción completamente estructurado, dado que el partisano no combate
en un espacio abierto…, obliga al adversario a entrar a un espacio diferente.
De este modo agrega a la superficie del regular teatro de la guerra regular, otra
de dimensión más oscura en la que quien
viste uniforme está condenado”. (8)
La guerra contra el narcoterrorismo, en sus diversas
variantes, es una confrontación de éticas y en esa confrontación solo el
Estado puede “ensuciarse”, pues el narcoterrorista escapa a
cualquier restricción, alegando la excepcionalidad de su debilidad. El
Estado, en cambio, es rehén de la ética que proclama.
El terrorismo adopta la estrategia del débil frente al fuerte y
explota las limitaciones del Estado responsable, toda vez que el terrorista
carece de responsabilidad y de ética. Carece de reglas. Es consciente que no
obtendrá una victoria inmediata en la prueba de fuerza, pero juega a “perder para ganar”, oportunamente, teniendo en cuenta que
su blanco no es el gobierno, sino la
opinión pública.
Así ocurrió en nuestra Patria después del mazazo psicológico de la derrota
en el Atlántico Sur, en 1982. Fue el tiempo “kairos”
del trastrocamiento: la colonización mental de una sociedad con vistas a su
manipulación a través de sus medios de comunicación. He aquí la necesidad,
desde entonces, de retroalimentar continuamente a su narrativa, “el relato”.
El terrorismo es un instrumento
político que a través del empleo mediático de la violencia, apoya a un proyecto
político determinado. Es una
acción política que comunica, a través de un cierto derramamiento de sangre, un
mensaje que secuestra la imaginación del colectivo espectador de la acción
violenta y que la compromete con ella. Las dosis de horror son administradas “homeopáticamente”, según la etapa del
plan en curso. Son pulsiones de terror que se prolongan en el tiempo, buscando un
determinado nivel de emocionalidad dentro del “relato” que, sin duda, va mucho más allá de lo que habitualmente vemos
y comentamos -tal el caso del INDEC-.
Estas narrativas, insistimos, no son racionales. Son emocionales. Se construyen sobre la
base de realidad y ficción, de percepciones, lugares comunes o saltos
argumentales que pretenden crear una realidad intuida, con la promesa de un mundo mejor. Es la
demagogia del populismo. El terrorismo es una narrativa sangrienta que debe
mantener coherencia emocional con sus fines, por ello reescriben el pasado
en nombre del futuro.
El terrorismo no cuenta con capacidad militar para
derrotar a un Estado. Puede operar y de hecho lo hace, ofensivamente, pero no
busca una victoria. Busca “perturbar”
a un pueblo y “confundirlo”. Así como es una ficción de guerra, es
una ficción de poder. Necesariamente
tiene que estar abarcado por una
estrategia más amplia, de la cual es accesoria, accionando por fuera del actor
responsable del plan global. Es por eso que los carteles de las drogas tienen
diversos grados de autonomía, pero
también de protección por parte
de los Estados Nacionales comprometidos con la pseudo-revolución, conducida
silenciosamente por el Foro de San Pablo.
¿Es posible -en consecuencia- combatir al
narco-terrorismo -con eficacia- mientras subsista un encubierto proceso
revolucionario iberoamericano? Absolutamente
NO. Pero hay Estados Nacionales en la Región que no están comprometidos
con el castro-comunismo y con ellos es
necesario actuar, frente a una agresión
internacionalizada, como lo veremos más adelante.
Ante una conducción política lega -en términos de
Seguridad Nacional- y cuando no cooptada por la pseudo-revolución, las FFAA
deberían cumplir -hoy más que nunca- con
su misión constitucional. Si no lo lograran, el “Estado Fallido” y la disolución nacional están asegurados, en el
mediano plazo. Vamos a explicarnos.
Está en la naturaleza de los soldados, pedir para sí
el espacio de “mayor riesgo y fatiga”
cuando son testigos del grave riesgo que corre la Patria. El verdadero militar
se identifica por su “honor y valor”.
¿Puede -entonces- quedarse de brazos cruzados ante la presente agresión? No,
no debe ni puede. Pero tampoco debe
ni puede equivocarse. Hay una muy
dolorosa experiencia reciente que no podemos olvidar ni repetir. En principio
las FFAA se mueven en el plano estratégico militar, operacional y táctico, mientras que el narcoterrorismo lo hace en
el plano político. Existen pequeños espacios comunes, pero no son
esenciales.
Por otra parte, actualmente la legislación vigente prohíbe
toda acción –aun las propias de las FFAA- dentro de los límites del país. Ha sido éste el extemporáneo punto de
partida del “relato”, con
consecuencias políticas y estratégicas gravísimas. Los conflictos que han
llegado -luego de la posguerra fría-, vale la pena repetirlo, no se solucionan
con mayor poder de fuego sino entendiendo su naturaleza y adaptando a ella
al Estado, a sus Instituciones.
Mientras no se remuevan estas leyes
perversas que dan origen a la rampante inseguridad nacional, será imposible
contener la agresión narcoterrorista. El rumbo que llevamos conduce
aceleradamente al Estado Fallido y Narcoterrorista.
Conscientes de ésta inédita situación estratégica y de
las serias carencias conceptuales -de carácter polemológico- evidenciadas por la
gran mayoría de la dirigencia política, debería promoverse la responsabilidad
docente de las FFAA (9) en lo que le es específico. El problema a
resolver no es “ganar la guerra”,
para lo cual las FFAA no tendrían problemas frente a los narcoterroristas, sino “ganar
la Paz” logrando la derrota
política del narcoterrorismo y de la pseudo-revolución, que es su mandante.
Una cosa es la victoria -que se logra en
el combate- y otra cosa es la Paz, que es una decisión política a alcanzar con consenso social.
Expresiones como la de “sacar los tanques a la calle”, relacionándolas con “la dictadura” -palabra símbolo dentro
de la narrativa- nos da una idea de la confusión, la ignorancia o la
perversidad de quienes las sostienen (9). Es la simpleza de una mentalidad reducida
a aspectos tácticos, a la acción pura, sin asumir que la categoría socio-política
“guerra” exige abarcar lo sustantivo,
la naturaleza del desafío para encontrarle una resolución inteligente. Como no
lo asumen ni entienden, niegan la realidad.
La táctica, sin
dirección, es un fracaso anticipado por carecer de una Gran Estrategia
subordinada a una Gran Política, que establezcan sus fines u objetivos. La acción
“sobre el terreno”, cuando carece de esos
objetivos de mediano y largo plazo, explicitados en su “a fin de” -citado más arriba- es necesariamente torpe improvisación
y -en el caso bajo análisis- frente a una conducción estratégica internacional altamente
experimentada, una enorme frustración.
No tropecemos dos veces en la misma piedra.
El narcoterrorismo es un riesgo presente y activo, de categoría estratégica, pues
afecta al Estado y a toda la sociedad. Se le ha dado -en la legislación
argentina- categoría policial, de seguridad pública, como si
afectara solo a algunas personas o entidades. Es por ello que se expandió
velozmente.
Tiene la iniciativa. El Estado ha quedado en las manos reactivas de la improvisación. Pero
¡cuidado!: su categoría estratégica no
quiere decir que sea de una exclusiva responsabilidad militar, con el “empleo de los tanques en las calles”. Exige, ineludiblemente,
el desarrollo de un Acuerdo de Seguridad Colectiva y Defensa Común con los
países iberoamericanos que están fuera del Foro de San Pablo y, a partir de él,
una Gran Estrategia conjunta – combinada.
Naturalmente, ante estas urgentes exigencias, la
pregunta que surge espontáneamente es: ¿a cargo de quién está el Planeamiento
Estratégico en nuestro Estado Nacional?, ¿quién desarrolla la Gran Estrategia
argentina? Y ante las respuestas negativas a estos interrogantes, llegamos a una
clara conclusión: ¡cuán lejos estamos de alcanzar una resolución apta, factible
y aceptable para ganar la Paz Social! ¡Cuánta sangre argentina deberá correr
aun para llegar a la cordura!.
La separación que existía entre “seguridad estratégica” y “seguridad
pública” hasta la iniciación de la globalización planetaria, en la posguerra
fría, ha desaparecido. Hoy la
“seguridad nacional” las comprende unificadas. Por ello se hace
imprescindible una Gran Estrategia que abarque a todos los resortes institucionales,
bajo dirección única. En un país
federal, como el nuestro, es necesaria una organización que permita la “conjunción”. La mera coordinación es
insuficiente y en consideración a que la categoría de la presente agresión es internacional,
la “conjunción” debe ser necesariamente “combinada”, con fuerte cruzamiento de controles en todos los
niveles de la acción. Éste ha sido el fundamento de la “Revolución de los Asuntos Militares” y de su reajuste inmediato,
la “Reforma Integral” de la Seguridad
Nacional en el mundo desarrollado, al comienzo de la década pasada.
La Argentina -en el año 2014- sigue estratificada, con
su legislación de Seguridad Nacional ideologizada, sancionada en tiempos de la
guerra fría y retenida hoy como “vaca
sagrada” por la pseudo-revolución,
en el caos de la escandalosa inseguridad nacional que somatizamos.
En resumen, es imprescindible evitar la provocación
del narcoterrorismo y la improvisación en temas de Seguridad Nacional. Prever
es planificar y ello debe efectuarse en el máximo nivel del Estado. La amenaza
crematística es central, en la ofensiva de éste brutal enemigo inédito y exige tomar recaudos
inteligentes, para controlarla. En cada área del poder se deben emplear los
medios más aptos, según la naturaleza de la acción en cada una de ellas. Esos
medios -sin adaptación- existen y son muy variados, pero no están activos y menos aun conducidos, pues la Seguridad
Nacional está en manos de diletantes.
Es necesario desarrollar una nueva cultura para estas “guerras chicas”, estructuras aptas y
flexibles y… mucha paciencia. El odio del terrorismo ideológico ha mutado hacia
las razones e intereses descarnados e implacables de las mafias,
insertas en el “terrorismo global” y éstas,
en Iberoamérica, sirven a su mandante, el sigiloso, antiguo y renovado proceso revolucionario, hoy
neo-marxista.
La circunstancia que vivimos es apta para reflexionar
sobre una vieja expresión de Raymond Aron: “…los
guerrilleros ganan la guerra cuando
no la pierden y quienes luchan contra ellos la pierden si no la ganan”… Y
para ganar hay que estar motivados, conocer la naturaleza del conflicto y no entregar al enemigo fisuras “no militares” (10). Éstas serán
convertidas en grietas y por allí se ganará a la opinión pública, sostén de
la extraña guerra empeñada.
A la guerra no la gana un Estado fuerte,
la gana una sociedad culturalmente fuerte y unida.
El narcoterrorismo forma parte -como subordinado- de
un complejo “enemigo sin rostro” que
tiene muy diversos frentes de agresión, a ser considerados en la elaboración de
la “Gran Estrategia”, que permitiría
enfrentarlo con éxito. Esto es imposible
en los países comprometidos con la pseudo-revolución conducida por el
castro-comunismo, a través del Foro de San Pablo, pues es su sostén.
En nuestro país éste tema es central. Diariamente
produce crecientes bajas y nos lleva, paso a paso, a la disgregación nacional. Sin embargo la Seguridad Nacional carece de tratamiento público desde una
visión polemológica o estratégica. Los ministerios de Seguridad Nacional
niegan a los “nuevos riesgos y amenazas”, carecen de una mínima
idoneidad y de una insoslayable política comunicacional. La “política de derechos
humanos”, el “relato” y lo “políticamente correcto”, impiden un
tratamiento razonable de éste tema y la legislación de seguridad interior y
defensa nacional garantiza el éxito de la sigilosa agresión del complejo y
dinámico enemigo.
SI apareciera un fuerte liderazgo político que -con
coraje- proponga un futuro de grandeza, quebrando los tabúes y mitos creados y
explotados a través de las “fisuras”
o “grietas” emergentes de los años
’70, se recuperaría la Identidad Nacional, el Estado Institucional, la Gran
Política, la Gran Estrategia y la Economía. En ese ordenamiento. La oportunidad está próxima y el
complejo enemigo -en su ofensiva-está alerta y advertido. La Argentina puede y debe renacer. Solo falta una dosis de lucidez
y de generosidad en los dirigentes no comprometidos con las internacionales
pseudo-revolucionarias.
CITAS:
(1). Heriberto J. Auel. “¿Confusión, ignorancia o propósitos ocultos…?”. Feb 14. www.ieeba.com.ar
(2). Heriberto J. Auel. “La larga guerra civil argentina y el actual estado de guerra civil
revolucionario”. 09 Jul 13. www.ieeba.com.ar
(3) Heriberto J. Auel. “Ponencia en Santiago de Chile”. 19/21 Jul 11. www.ieeba.com.ar
(4) Pervertir: “Perturbar
el orden o estado de las cosas. Viciar con malas doctrinas”. Diccionario Enciclopédico Salvat. 8va Ed. 1957.
(5) Expresión empleada por el ex presidente de la ROU,
Dr. Sanguinetti, ante la prensa.
(6) Heriberto J. Auel. “La Guerra en la Civilización del Conocimiento”. Ene 02. www.ieeba.com.ar
(7) Federico Aznar F. Montesinos. “Reflexiones sobre el empleo de las FFAA en la lucha contra el
terrorismo local”. 12 Feb 14. www.ieee.es
(8) Carl Schmitt. “El
Concepto de los Político”. Alianza Editorial.1991.
(9) Para dimensionar el nivel de los desconceptos que
en estos días son discutidos en el ámbito político, citamos a continuación un
párrafo aparecido en La Nación del día 19 de Abril de 2014, en un artículo
firmado por Martín Dinatale, titulado “Quieren
excluir al Ejército de operativos”. En él se informa acerca de una “estrategia disuasiva” dirigida a los
Ministros de Defensa Iberoamericanos que se reunirán en los primeros días de
Junio en Lima, para tratar la lucha
contra el narcotráfico. Un funcionario argentino ha dicho: “Al sacar los tanques a la calle como algo
natural en el combate contra el narcotráfico, se corre el riesgo de volver a la
época de las dictaduras, con las severas implicancias que ello traerá”.
Estas ideas que imperaron en los últimos treinta años en los partidos de
izquierda, fueron complementadas por
otro funcionario gubernamental, quien expresó que en Lima se tratará de que “no impere el debate de la seguridad
interior, sino el de la defensa externa”; con lo cual le anticipamos a
nuestro Ministro de Defensa una soledad total. Pareciera que no se entiende
cual es el motivo de la reunión, pero no es así. Lo que se intenta es preservar
a las “vacas sagradas”, las leyes de
Seguridad Nacional argentinas, que ningún país de la Región comparte. Sin
embargo, los países comprometidos con el Foro de San Pablo, con sigilo, deberán
encubrir a su sostén financiero.
(10) Raymond Aron. “Pensar
la Guerra. Clausewitz”. T. II. Min Defensa España. 1993