Por María Lilia Losada de Genta
Los católicos duermen. Que llegue el despertar aunque sea sangriento. Duermen en las trincheras con fusil descargado hasta los centinelas. Que el grito de combate nos despierte.
Que los pastores hablen las palabras candentes, verdaderas.
La voz de los Profetas como un látigo sobre nuestras espaldas, que buscan lechos muelles.
La definición de tu Palabra, flecha de luz y lanza.
¡Apiádate, Señor! “Que los artesonados caigan y los mortales mueran” porque sólo nos preocupan los bienes exteriores y una vida menguada y claudicante.
Y si no despertamos merecemos la destrucción del templo y la cautividad.
Aceptemos la culpa y sólo así podremos evitar el castigo merecido.
Basta de concesiones al espíritu vulgar y al miedo.
Basta de cobardías.
Que los masones sepan que cargamos lar armas.
Que sepan los judíos que no van a prostituirnos con su vellocino de oro y con todos sus recursos que nos hacen esclavos.
Que no impongan sus modas, no vamos a acatarlas.
Modas para la inteligencia –un pensamiento y un arte corrompidos–, modas para los sentidos; en un clima malsano: coeducación, “sexualidad sin eros”, inmediatez de “la sensación más bella aunque el pensamiento”, como Gide decía.
Estamos alerta con una sola contraseña: “Cristo y María”.
Quien no nombra a la Madre , quien la niega, no reconoce al Hijo que de su Madre es hijo.
Hemos tendido las alambradas.
No es hora de molicie ni de estúpidas farsas.
Como en tiempo de guerra el que se duerma en la guardia va a ser asesinado por la espalda.
El que renuncia, el que capitula, al entregarse entrega a sus hermanos.
Cristo ha sido despojado de su túnica que se juegan a suerte.
Lo desterraron del gobierno de la ciudad, de la familia, de la escuela.
No son los enemigos los culpables.
Somos nosotros, católicos somnolientos, aburguesados, cómodos, asidos a la tierra, timoratos, cobardes, nosotros somos los únicos culpables.
Confesores de Cristo con un toque a rebato de campanas vamos a despertar a los dormidos e iniciaremos una nueva cruzada, la cruzada de la palabra y de la espada.
COMBATE, Año III, Nº 55
3 de Julio de 1958
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